24 de julio de 2010




AGENCIAS San Pablo ()

10:40 Internacionales
El presidente de Brasil, Luiz Lula da Silva, lloró dos veces durante una entrevista al evocar algunas acciones sociales de su gobierno, que termina el 31 de diciembre, y dejó abierta la posibilidad de un eventual regreso en las elecciones presidenciales de 2014.

“Sobre 2014, mi respuesta es no, lo digo con el corazón. Pero en política nunca se puede decir que no. Si yo tengo buen juicio, mis neuronas perfectas, me comprometo a ser un buen ex presidente de la república”, dijo anoche el mandatario en una entrevista con la TV Record.

El presidente lloró al recordar que fue él, un ex obrero y ex sindicalista, quien entregó créditos del banco de fomento BNDES a los ‘cartoneros‘ o recolectores informales de papel en las ciudades, a los que agrupó en cooperativas.

También cuando rememoró que el movimiento de los Sin Techo ingresó por primera vez al Palacio del Planalto y se olvidaron de sus reivindicaciones porque estaban agradecidos de haber estado en la sede presidencial.

“Creo que estoy volviéndome viejo”, explicó sobre su llanto ante el segundo canal en rating de Brasil, según las crónicas del diario Folha y la agencia Ansa.

Lula Da Silva prefirió no dar una nota a su segundo gobierno, pero aseguró que va a entregar otro país a quien lo suceda: “Sólo voy a hacer una evaluación de gobierno después de cierto tiempo”.

A tono con las limitaciones de la campaña electoral, Lula afirmó que no lanzará nuevos proyectos hasta fin de de su mandato, el 31 de diciembre, al entender que quien venga después de él “desde el primero de enero tiene que comenzar a gobernar haciendo obras”.

13 de junio de 2010

¿Y si México gana el Mundial?

José Woldenberg
Reforma. 10/06/2010

Dos pesadillas me acompañan en los últimos días. En la primera, la selección de futbol mexicana es eliminada en la primera ronda del torneo. No es capaz de pasar la aduana de Sudáfrica, Francia y Uruguay. Los resultados no aparecen con claridad en el sueño, pero los puntos alcanzados no son suficientes para llegar al cuarto partido. Se instala entonces entre nosotros una densa nube de depresión, la congoja se extiende como plaga de langosta y la tristeza asoma en los rostros del 96.4 por ciento de los mexicanos (los encuestadores, en mi alucinación, miden con toda exactitud el fenómeno). Furiosos fanáticos intentan linchar a los jugadores en el aeropuerto. La consternación es tal que las culpas y los culpables se multiplican en forma geométrica. Se inicia la búsqueda implacable de los chivos expiatorios. Todos nos convertimos en jueces severos y gritamos nuestros veredictos. Al final todos son culpables pero nadie responsable o a la inversa (mis pesadillas suelen ser confusas).
Pero la segunda es peor: México gana el campeonato mundial de futbol. Sucede más o menos así y el inicio resulta dulce, placentero: Nuestra selección despacha con facilidad a Sudáfrica, Francia y Uruguay. Por primera vez en la historia los tricolores pasan a la siguiente ronda ganando todos los puntos. En octavos de final, los nuestros derrotan a Nigeria, y la “selección de todos” por primera vez, en un Mundial celebrado fuera de nuestro país, está en cuartos de final. Se empieza a hablar, todavía de manera cautelosa, de la maravilla mexicana. Su nuevo rival, Inglaterra, ve consternado como los verdes le meten 3 goles en el primer tiempo y luego se cierran como un ostión, vengando la “injusta” caída de hace apenas unos días. La semifinal es contra Brasil y México vuelve a triunfar. La final contra España se resuelve con un gol agonizante de Giovanni Dos Santos reparando la deuda histórica adquirida en Chile (1962), cuando Peiró en el último segundo venció la cabaña de “La Tota” Carbajal.
Por supuesto, a cada paso, la euforia va en ascenso. Luego del juego contra Sudáfrica miles de personas acuden al Ángel de la Independencia a celebrar; pero después del triunfo final, millones de mexicanos, con las caras pintas de verde, rojo y blanco, pelucas tricolores, con trompetas, matracas, teponaxtles y chirimías, taponan las principales plazas y calles de la República gritando “Mé-xi-co-Mé-xi-co” “Si-se-pu-do, Si-se-pu-do”, “Que-si-que-no-que-como-chingaos-no”. (fin 1ra parte).

Entonces todo se vuelve confuso: Iniciativa México graba un nuevo comercial con Javier Aguirre en donde se nos instruye que: “La historia de México comienza hoy. Los anteriores 200 años fueron prehistoria”. Las televisoras suspenden su programación y anuncian que volverán a trasmitir, desde el inicio, partido tras partido, el Mundial. Las mesas de comentarios en la radio se multiplican y el futbol, su sentido y significado profundos, son desmenuzados por economistas, sicólogos, sociólogos, historiadores, físicos, arquitectos, taxistas, sastres, vagos, vendedores ambulantes. Todos tienen algo que decir y por supuesto, lo dicen. En cada capital de estado hay festejos: bailes, desfiles, corridas de toros, concursos de arreglos florales, similares y conexos, siempre presididos por uno, dos o tres jugadores de la Selección, a los que se les ve un poco exhaustos. La nueva programación de la tele incluye documentales unitarios: los goles del Mundial, las atajadas del Mundial, los expulsados del Mundial, los lesionados, las porras, los tiros de esquina, los árbitros, los uniformes, los himnos, los patrocinadores. El gobierno mexicano encarga a 23directores de cine 23 películas sobre todos y cada uno de los jugadores. Se trata de inyectar optimismo, generar liderazgo, enaltecer a la Patria. Se celebra un concurso nacional de canciones celebratorias de la gesta tricolor y se presentan 3,764,712 obras inéditas. Los organizadores deciden entonces dividirlas por género: cumbias, corridos, rock, quebraditas, valses vieneses, óperas, himnos. La SEP incluye como materia obligatoria desde la primaria al futbol. “Hemos encontrado la veta que le permite al país destacar por encima del resto”, dice un alto funcionario. En las calles los automóviles circulan tocando el claxon y los transeúntes cantan “México lindo y querido” en agradecimiento al Señor. Algunos lloran (por supuesto de felicidad), otros se abrazan y no pocos viven éxtasis metafísicos. Se modifican los nombres de las calles y el cruce de Insurgentes y Reforma se transforma en la convergencia de Cuau y Bofo. La Iglesia, presionada por sus fieles, anuncia que “Dios no lo quiera, el día que muera el primer seleccionado se iniciarán los trámites para su beatificación”. El 15 de septiembre, desde el balcón de Palacio Nacional, el Presidente da un nuevo grito. A todo pulmón estremece a la multitud: “Viva Hidalgo, Viva Allende, Viva el Conejo, viva el Venado… Vivan los héroes que nos dieron patria”.
Desperté sudando.
Dos pesadillas turbadoras: que México sea eliminado en la primera ronda o que sea campeón mundial.